Se venden por las calles sonrisas blanquecinas,
Cuerpos macizos y esbeltos como de dios griego,
Y es Afrodita quien te mira desde el cielo,
Los ojos apagados y la mirada cansina.
En las casas es un personaje engominado
Aquel que se pasea a través de la pantalla.
Con palabras vacías entretiene sin falla;
De nuevo ríe el público ante su chiste usado.
Niños que lloran, tiritando abandonados;
Vida de calle, a veces llueve y hace frío.
Aquellos niños que siento en el corazón mío,
Sepan, son nuestros hijos hace tiempo olvidados.
Corre contra el viento un deportivo emocionado,
Como una gacela, rápido, ligero y ágil.
Mas es también débil, pesado y frágil
Cuando yace en el siguiente poste, destrozado
Tantos hombres, esclavos, aman su propia prisión:
Entran con tiempo, salen con plata.
No notan el goteo del líquido escarlata;
Sirven eternamente cegados con convicción.
Llorando está el joven, del mundo decepcionado.
Se esconde en un paraíso inventado;
Bebe y fuma hasta caer desmayado
Y lentamente mata al poeta encerrado.
Ya no hay quien sienta el hueco en la humanidad:
Están todos ciegos, sordos e hipnotizados;
Por sus incontables vicios fueron controlados.
Así de triste es la suerte de nuestra sociedad.
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